EL SERVICIO A LOS DEMAS







Todos podemos prestar servicio

Jesucristo dijo: “Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13). Esto no significa que tengamos que morir para demostrar nuestro amor por nuestros amigos. Ponemos u ofrendamos nuestra vida cada vez que anteponemos las necesidades de otra persona a las nuestras. (Y los “amigos” que se mencionan en la Escritura anterior, pueden entenderse como toda persona que conocemos, debido a que Jesús también nos mandó que “os améis los unos a los otros”).
Ofrendamos nuestra vida por medio del servicio. Los miembros de la Iglesia tienen muchas oportunidades para prestar servicio. Podemos hacer pequeños actos de bondad por nuestros vecinos, tomar parte en el servicio a la comunidad, cumplir con responsabilidades en nuestras congregaciones locales y contribuir a los esfuerzos de ayuda humanitaria de la Iglesia a gran escala. Estas acciones, sean grandes o pequeñas, nos permiten sentir la felicidad de conectarnos con nuestros hermanos y nos recuerdan que Dios frecuentemente concede que seamos la respuesta a la oración de otra persona.


LA FORMACION ACADEMICA ES UN MANDAMIENTO


Los profetas y apóstoles enseñan que la educación es un principio eterno, y va de acuerdo con el consejo del Salvador que “la gloria de Dios es la inteligencia, o, en otras palabras, luz y verdad” (D. y C. 93:36) y que “cualquier principio de inteligencia que logremos en esta vida se levantará con nosotros en la resurrección” (D. y C. 130:18).
“Para los miembros de la Iglesia, la educación no es simplemente una buena idea, sino un mandamiento”, dice el presidente Dieter F. Uchtdorf, segundo consejero de la Primera Presidencia. Se insta a los miembros de la Iglesia a aprender “de cosas tanto en el cielo como en la tierra, y debajo de la tierra; cosas que han sido, que son y que pronto han de acontecer; cosas que existen en el país, cosas que existen en el extranjero” (D. y C. 88:79).

¡Sus propios escritorios!

Reflexionando sobre su juventud en la Alemania de la posguerra, las oportunidades de recibir formación académica eran escasas. El presidente Uchtdorf recuerda: “Un día, cuando iba en mi bicicleta a entregar ropa de la lavandería, entré en la casa de un compañero de clases. En uno de los cuartos había dos escritorios pequeños acomodados contra la pared. ¡Qué hermosa vista! Qué afortunados eran esos niños por tener sus propios escritorios. Me los imaginaba sentados con los libros abiertos estudiando sus lecciones y haciendo sus tareas. Me parecía que tener mi propio escritorio sería lo más maravilloso del mundo.
“Tuve que esperar un largo tiempo antes de cumplir mi deseo. Años más tarde, conseguí trabajo en una institución de investigación que contaba con una amplia biblioteca. Me acuerdo que pasaba gran parte de mi tiempo libre en esa biblioteca. Allí finalmente podía sentarme solo frente a un escritorio y absorber la información y el conocimiento que aportaban los libros. ¡Me encantaba leer y aprender!”.
A José Smith le encantaba aprender pese a que tuvo pocas oportunidades de educación formal. En sus diarios hablaba felizmente de los días que dedicaba al estudio y con frecuencia expresaba su aprecio por el aprendizaje. El profeta José Smith enseñó: ‘El conocimiento disipa las tinieblas, la [ansiedad] y la duda, porque éstas no pueden existir donde hay conocimiento’”.

Esfuércense por aumentar su conocimiento

El presidente Uchtdorf continúa: “Esfuércense por aumentar su conocimiento de todo lo ‘virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza’. Busquen conocimiento ‘tanto por el estudio como por la fe’. [Véanse los Artículos de Fe 1:13; D. y C. 88:118109:7109:14).
“En nuestro aprendizaje, no subestimemos la fuente de la revelación. Las Escrituras y las palabras de los apóstoles y profetas modernos son fuentes de sabiduría, de conocimiento divino y de revelación personal para ayudarnos a hallar respuestas a todos los retos de la vida. Aprendamos de Cristo; busquemos ese conocimiento que lleva a la paz, a la verdad”.

Cómo escoger la profesión de su vida

El presidente Thomas S. Monson aconseja a los jóvenes de todo el mundo a estudiar y a prepararse para el trabajo en la vida en un campo laboral del que disfruten, ya que estarán una buena parte de su vida en la profesión que elijan.
“[La profesión que escojan] debe ser una que desafíe su intelecto y que potencie al máximo sus talentos y habilidades. Por último, debe ser una profesión que genere suficiente remuneración para mantener adecuadamente a su compañera y a sus hijos. Bien, ya sé que éste es un gran encargo. Pero les testifico que estos criterios son muy importantes en la elección de la profesión de su vida”.
El presidente Monson mencionó que este consejo también es relevante para las mujeres jóvenes, dado que la vida presenta situaciones que no son predecibles y puede que necesiten estar preparadas profesionalmente.

La formación académica debe ser un desafío

El presidente Monson también aconseja que la formación que escojamos nos desafíe a crecer. “Espero que no tengan miedo de las clases difíciles”, dice él. “Nunca tuve una clase que fuera ‘demasiado’ fácil… Simplemente tienen que trabajar arduamente. Espero que deseen estar tan bien capacitados como para estar al nivel de este mundo tan competitivo. Espero que ustedes aprendan a asumir la responsabilidad de sus decisiones, ya sea en los cursos de estudio que opten por tomar, o ya sea en la dirección de los logros académicos que se esfuercen por alcanzar”.
“Tienen acceso al faro del Señor. No hay niebla tan densa, no hay noche tan oscura, no hay marinero tan perdido, ni vendaval tan fuerte como para hacer que sea inútil el faro del Señor. Les hace señales a través de las tormentas de la vida. Parece que nos dice, a ustedes y a mí: ‘Éste es el camino hacia la seguridad; éste es el camino que lleva a casa’”.
“Mis jóvenes hermanos y hermanas, no permitan que su temor sea su consejero. No se digan a sí mismos: ‘No soy lo suficientemente listo, o no puedo hacer lo que se requiere para estudiar esta clase difícil, o en este campo que es difícil, así es que voy a escoger la manera más fácil’. Les suplico que pongan a prueba su talento, y nuestro Padre Celestial les pondrá al nivel de sus decisiones”.
“En esta vida, donde tenemos la oportunidad de luchar y alcanzar, les testifico que en ocasiones tenemos que hacer un segundo esfuerzo, y un tercero, y un cuarto, y cuantos grados de esfuerzo sean necesarios para lograr lo que nos esforzamos por alcanzar”.

Una responsabilidad religiosa

El élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles, dice: “¡Su mente es preciosa!  Es sagrada. Por lo tanto, la formación académica de la mente también es sagrada. En verdad, la formación académica es una responsabilidad religiosa. Claro, nuestras oportunidades y habilidades variarán en gran manera. Pero, al buscar la formación académica personal, el deseo individual es más importante que la universidad o escuela que ustedes elijan; el impulso personal es más significativo que el profesorado”.
“Nuestro Creador espera que Sus hijos en todas partes adquieran una formación como un esfuerzo personal… Cuando abandonen esta frágil existencia, sus posesiones materiales permanecerán aquí, pero el Señor ha declarado que el conocimiento que adquieran aquí se levantará con ustedes en la resurrección… A la luz de esta perspectiva celestial, si impulsivamente abandonan o acortan su formación académica, no sólo despreciarán un decreto divino sino que también acortarán su potencial eterno”.
“Cuando estaba sirviendo como doctor en medicina y como presidente de estaca, conversé con muchos jóvenes acerca de sus objetivos personales de formación. Algunos me preguntaron cuánto tiempo tardé en ser doctor en medicina. Yo les respondí: ‘El plan general sería cuatro años de universidad, seguidos por otros cuatro años en la facultad de medicina. Y, si decidieran especializarse, entonces podrían añadir otros cinco años o más’”.
“Mis palabras a menudo daban como resultado esta respuesta: ‘¿Quiere decir…?  Vaya, eso hace un total de 13 años, o tal vez ¿más? ¡Eso es demasiado tiempo para mí!’.
“‘Eso depende’, les contestaba yo. ‘La preparación para su profesión no lleva demasiado tiempo si saben lo que desean hacer con su vida. ¿Qué edad tendrán dentro de 13 años si no continúan su formación académica? Su edad será la misma, tanto si llegan a ser lo que quieren o no!’.
“Así, mi consejo entonces, y ahora, es que continúen su formación académica, dondequiera que estén, cualquiera que sea su interés y oportunidad. Determinen cómo pueden servir mejor a su familia y a la sociedad, y prepárense bien”.

A "HABLAR ASI" ASPIRAMOS Por: Larry M. Gibson


A “hablar así” aspiramos 

Larry M. Gibson Primer consejero de la presidencia general de los Hombres Jóvenes

"Las palabras que usamos reflejan los sentimientos de nuestro corazón y la persona que realmente somos".
Cuando prestaba servicio como obispo, un excelente joven vino a mi oficina para una entrevista. Al conversar, dijo que el problema más grande que tenía era decir malas palabras. Escuchaba constantemente un lenguaje vulgar a su alrededor, por lo que también él había empezado a decir palabrotas. Agregó que había estado tratando de dejar de hacerlo, pero que no lo había logrado, y quería algunos consejos sobre cómo podría dejar de usar un lenguaje grosero.
De inmediato pensé en sugerencias parecidas a las que ahora se encuentran en Para la Fortaleza de la Juventud: “Si has adquirido el hábito de usar lenguaje que no está de acuerdo con esas normas, tales como decir malas palabras, las burlas, los chismes o el hablar con enojo a los demás, puedes cambiar. Ora pidiendo ayuda. Pide a tu familia y a tus amigos que te apoyen” (pág. 21). Me hubiese gustado que este consejo hubiera estado disponible mediante Para la Fortaleza de la Juventud en aquella época.

Una experiencia de mi juventud

Lo que sí le conté a este joven fue una experiencia que tuve cuando era un jovencito en un ambiente en que con frecuencia se empleaba un lenguaje inapropiado. Parecía que cada vez que escuchaba cualquier tipo de indecencia, esas palabras se me grababan en la mente con más facilidad que los pensamientos buenos que quería tener. Un extraordinario líder del sacerdocio me dijo que la mente es como un milagroso dispositivo de almacenamiento, y que podíamos eliminar los pensamientos indebidos si rápidamente los remplazábamos con cosas dignas de alabanza.
Un amigo y yo decidimos hacer precisamente eso. Aprendimos de memoria dos himnos, “Señor, te necesito” (Himnos, Nº 49) y “Más santidad dame” (Himnos, Nº 71), y el decimotercer artículo de fe. Acordamos que si alguno de los dos decía algo indebido, de inmediato cantaríamos uno de los himnos o repetiríamos el artículo de fe.
No tardamos en darnos cuenta de que había algunos lugares en los que no queríamos cantar los himnos en voz alta. ¡Nos daba mucha vergüenza! Así que repetíamos el decimotercer artículo de fe, con énfasis en la parte que dice: “…Si hay algo virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza, a esto aspiramos”. ¡Funcionaba! Descubrimos que cuando lo repetíamos, los pensamientos inapropiados desaparecían. Además, reemplazando una palabra creamos un sencillo lema: “¡A hablar así aspiramos!”. Cuando alguno de los dos decía esa frase, pensábamos: “¿Son mis palabras verdaderas, castas, benevolentes, virtuosas, bellas o de buena reputación o dignas de alabanza? (véase Artículos de Fe 1:13). Si no lo eran, sabíamos que teníamos que mejorar.

Lo que podemos hacer

Vivimos en una época en la que hay muchas cosas profanas, groseras y vulgares. Parece casi imposible evitar por completo el escuchar o ver cosas que preferimos evitar. La clave es asegurarnos de no ser portadores de lo profano, grosero o vulgar. Seguramente Pablo pensaba lo mismo cuando dijo: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca” (Efesios 4:29).
He visto a algunos jóvenes emplear un lenguaje indebido porque consideraban que ello los ayudaría a que los acepten en el grupo y a otros emplearlo porque quieren llamar la atención. De hecho, éstas parecen ser las razones principales por las cuales los jóvenes caen en este hábito.
Lo que más me impresiona son los jóvenes que se atreven “a ser diferentes”, como el jovencito que tenía un amigo no miembro que decía palabrotas con regularidad. Cada vez que el amigo decía una mala palabra, él le pedía con cordialidad que dejara de hablar así. A la larga, el amigo dejó de hacerlo. Estaba tan impresionado con él y con la forma en que vivía que quiso saber más acerca de la Iglesia. Poco tiempo después, se bautizó.
Lo que sentimos en el corazón es lo que pensamos, y lo que pensamos es de lo que hablamos. De modo que es verdad que las palabras que usamos reflejan los sentimientos de nuestro corazón y la persona que realmente somos.
Como muy bien se expresa en Para la Fortaleza de la Juventud: “El lenguaje limpio e inteligente es evidencia de una mente brillante y sana. El buen lenguaje que edifica, que anima y que elogia a los demás invita al Espíritu a estar contigo” (pág. 20).
Cada uno de nosotros puede gozar de la bendición de siempre tener el Espíritu consigo, como se nos promete al tomar la Santa Cena cada día de reposo. Depende de nosotros, de cómo actuemos, lo que hagamos y sí, incluso de lo que digamos. Es mi esperanza que empleemos las palabras no para profanar ni para decir chismes, sino para demostrar que somos seguidores de nuestro Salvador, a saber, Jesucristo.

CREAN, OBEDEZCAN, PERSEVEREN, Por: Presidente Thomas S. Monson




Crean que el permanecer firmes y fieles a las verdades del Evangelio es de fundamental importancia. ¡Yo les testifico que lo es!
Mis queridas jóvenes hermanas, la responsabilidad de hablarles me hace sentir humilde; ruego la ayuda divina para estar a la altura de esta oportunidad.
Hace sólo unos 20 años ustedes aún no habían comenzado su jornada en la mortalidad; todavía se encontraban en su hogar celestial. Allí estaban entre personas que las amaban y se preocupaban por su bienestar eterno. Con el tiempo, la vida sobre la tierra llegó a ser esencial para su progreso. Sin duda hubo palabras de despedida y expresiones de confianza; obtuvieron un cuerpo y se convirtieron en seres mortales, separados de la presencia de su Padre Celestial.
No obstante, una bienvenida llena de gozo las esperaba en la tierra. Esos primeros años fueron años preciados y especiales. Satanás no tenía poder para tentarlas pues ustedes todavía no eran responsables. Eran inocentes ante Dios.
Muy pronto llegaron a esa etapa que algunos han catalogado como “la terrible adolescencia”. Yo prefiero llamarla “la fantástica adolescencia”. Qué época de oportunidades, un período de crecimiento, un semestre de desarrollo, caracterizado por la adquisición de conocimiento y la búsqueda de la verdad.
Nadie ha descrito la adolescencia como una etapa fácil. Con frecuencia son años de inseguridad, de sentir que no son suficientemente buenas, de buscar su lugar entre sus compañeras, de tratar de sentirse integradas. Ésta es una época en la que son cada vez más independientes y tal vez deseen más libertad de la que sus padres quieran darles en este momento. También son años importantes en los que Satanás las tentará y hará cuanto pueda para alejarlas del camino que las conduce de regreso al hogar celestial del que vinieron, a sus seres queridos que están allí y a su Padre Celestial.
El mundo que las rodea no está provisto para proporcionarles la ayuda que precisan a fin de realizar este viaje que a menudo es peligroso. Tantas personas de la sociedad actual parecen haberse desprendido de las anclas de seguridad y estar a la deriva, alejados de los puertos de paz.
La indulgencia, la inmoralidad, la pornografía, las drogas, la presión social —todas éstas y más— hacen que muchas personas vayan a la deriva en un mar de pecado y se estrellen contra los afilados arrecifes de las oportunidades perdidas, las bendiciones desperdiciadas y los sueños destrozados.
¿Hay un camino hacia la seguridad? ¿Se puede escapar la amenazante destrucción? ¡La respuesta es un rotundo ! Les aconsejo que dirijan la vista al faro del Señor. Lo he dicho antes y lo diré otra vez: no existe niebla tan densa, noche tan oscura, viento tan intenso ni marinero tan perdido que el faro del Señor no pueda rescatar. Nos indica el camino a través de las tormentas de la vida. Nos dice: “Por aquí vas a salvo. Por aquí llegas a casa”. Emite señales de luz que se ven fácilmente y nunca se extinguen. Si se siguen, esas señales las guiarán de regreso a su hogar celestial.
Esta noche deseo hablarles sobre tres señales esenciales que emanan del faro del Señor que las ayudarán a volver a ese Padre que espera ansiosamente su regreso triunfante. Esas tres señales son: crean, obedezcan y perseveren.
Primero, menciono una señal que es básica y esencial: crean. Crean que son hijas del Padre Celestial, que Él las ama y que están aquí con un propósito glorioso: ganar su salvación eterna. Crean que el permanecer firmes y fieles a las verdades del Evangelio es de fundamental importancia. ¡Yo les testifico que lo es!
Mis jóvenes amigas, crean las palabras que repiten cada semana al recitar el lema de las Mujeres Jóvenes. Piensen en el significado de esas palabras; expresan la verdad. Esfuércense siempre por vivir según los valores que indica. Crean, como lo dice el lema, que si aceptan esos valores y actúan de acuerdo con ellos estarán preparadas para fortalecer su hogar y a su familia, para hacer y guardar convenios sagrados, para recibir las ordenanzas del templo y, al final, gozar de las bendiciones de la exaltación. Éstas son hermosas verdades del Evangelio, y al seguirlas, serán más felices en esta vida y en la venidera de lo que serán si las ignoran.
A la mayoría de ustedes se les enseñaron los principios del Evangelio desde que eran niñas. Se los enseñaron padres y maestros amorosos. Las verdades que les enseñaron las ayudaron a obtener un testimonio; creyeron lo que se les enseñó. Si bien ese testimonio puede seguir alimentándose espiritualmente y creciendo a medida que estudien, que oren para recibir dirección y que asistan a las reuniones de la Iglesia todas las semanas, depende de ustedes el que ese testimonio se mantenga vivo. Satanás tratará de destruirlo con todas sus fuerzas. Tendrán que alimentarlo durante toda su vida. Al igual que la llama de un fuego que arde intensamente, el testimonio de ustedes, si no se alimenta constantemente, se irá apagando hasta ser brasas, y luego se enfriará por completo. No deben dejar que eso suceda.
Además de asistir a sus reuniones dominicales y a las actividades semanales, cuando tengan la ocasión de participar en seminario, ya sea en clases matutinas o supervisado, aprovechen esa oportunidad. Muchas de ustedes ya están haciéndolo ahora. Como todas las cosas de la vida, el beneficio que obtendrán de su experiencia en seminario dependerá de su actitud y de su buena disposición a que les enseñen. Ruego que su actitud sea una de humildad y deseo de aprender. Qué agradecido estoy por la oportunidad que tuve cuando era jovencito de asistir a seminario matutino, ya que jugó un papel vital en el desarrollo de mi testimonio. Seminario puede cambiar vidas.
Hace unos años era parte de una comisión directiva junto con un buen hombre que había tenido mucho éxito en la vida. Su integridad y su lealtad a la Iglesia me impresionaron. Supe que había obtenido un testimonio y se había unido a la Iglesia gracias a seminario. Cuando se casó, su esposa había sido miembro de la Iglesia toda la vida; él no pertenecía a ninguna iglesia. A través de los años, y a pesar de los esfuerzos de ella, no mostró interés por asistir a la Iglesia con su esposa y sus hijos. Entonces comenzó a llevar a dos de sus hijas a seminario matutino; se quedaba en el auto mientras ellas participaban de la clase y después las llevaba a la escuela. Un día llovía y una de sus hijas le dijo: “Ven adentro papá; puedes sentarte en el pasillo”. Él aceptó la invitación. La puerta de la clase permanecía abierta y él comenzó a escuchar. Su corazón fue conmovido. El resto del año escolar asistió a seminario con sus hijas, lo cual, con el tiempo, llevó a que se uniera a la Iglesia y fuese activo toda la vida. Permitan que seminario edifique y fortalezca sus testimonios.
Habrá veces en que afrontarán desafíos que puedan poner en peligro su testimonio; o lo descuidarán al dedicarse a otros intereses. Les ruego que lo mantengan fuerte. Es la responsabilidad de ustedes, y sólo de ustedes, la de mantener la llama ardiendo intensamente. Se requiere un esfuerzo, pero es un esfuerzo del cual nunca se lamentarán. Me viene a la memoria la letra de una canción que escribió Julie de Azevedo Hanks. En cuanto a su testimonio ella escribió:
A través de los cambiantes vientos,
envuelta en las nubes de dolor,
con mi vida la protejo.
Necesito la luz, necesito el calor.
Aun cuando la tormenta ruja
y esté de pie en medio de la fuerte lluvia,
sigo siendo
Guardiana de la llama1.
Es mi deseo que crean y que puedan mantener la llama de su testimonio vivamente encendida, suceda lo que suceda en sus vidas.
Segundo; jovencitas obedezan. Obedezcan a sus padres; obedezcan las leyes de Dios, nos han sido dadas por un amoroso Padre Celestial. Si se obedecen, nuestra vida será más plena y menos complicada. Nuestros desafíos y problemas serán más fáciles de sobrellevar y recibiremos las bendiciones prometidas del Señor. Él ha dicho: “…el Señor requiere el corazón y una mente bien dispuesta; y los de buena voluntad y los obedientes comerán de la abundancia de la tierra de Sión en estos postreros días”2.
Tienen una sola vida para vivir; manténgala lo más libre de problemas posible. Serán tentadas; en ocasiones por personas que consideraban amigas.
Hace algunos años hablé con una asesora de damitas que me contó una experiencia que había tenido con una jovencita de su clase. Esa jovencita había sido tentada una y otra vez a dejar el camino de la verdad y seguir el desvío del pecado. Por la constante insistencia de sus amigas de la escuela, finalmente decidió tomar ese desvío. Tramó un plan: ella le diría a sus padres que iba a una noche de actividad de las Mujeres Jóvenes. Sin embargo, planeaba quedarse allí sólo hasta que sus amigas y los jóvenes con quienes iban a salir la recogieran. Entonces irían a una fiesta donde habría bebidas alcohólicas y donde se harían cosas que estaban en completa violación con lo que la joven sabía que era correcto.
La maestra había orado por inspiración para ayudar a todas las chicas, pero especialmente a esa jovencita en particular, quien parecía indecisa en cuanto a su compromiso hacia el Evangelio. La maestra había recibido inspiración esa noche de dejar de lado lo que había planificado con anticipación y hablarle a las jóvenes acerca de permanecer moralmente limpias. Cuando empezó a compartir sus ideas y sentimientos, la jovencita en cuestión comenzó a mirar su reloj con frecuencia para asegurarse de no perder la cita con sus amigos. Sin embargo, a medida que avanzaba la charla, se conmovió su corazón, se despertó su conciencia y se renovó su determinación. Cuando llegó la hora, ignoró el repetido sonido de la bocina del coche que la llamaba. Se quedó toda la noche con su maestra y las otras jóvenes de la clase. La tentación de desviarse de la manera aprobada por el Señor se había evitado. Satanás había sido frustrado. La jovencita se quedó hasta que todas las demás se habían ido para agradecer a la maestra la lección y decirle cómo la había ayudado a evitar lo que podría haber resultado en consecuencias trágicas. La oración de una maestra había sido contestada.
Más tarde supe que debido a que esa noche había decidido no ir con sus amigos, que eran algunos de los jóvenes más populares de la escuela, la habían hecho a un lado y por muchos meses no tuvo amigos en la escuela. No podían aceptar que no estuviera dispuesta a hacer las cosas que ellos hacían. Fue una etapa muy difícil y solitaria para ella, pero permaneció firme y con el tiempo tuvo amigos que compartían sus normas. Ahora, varios años después, está casada en el templo y tiene cuatro hijos hermosos. Qué distinta podría haber sido su vida. Nuestras decisiones determinan nuestro destino.
Preciadas jovencitas, hagan que cada decisión que deban tomar pase esta prueba: “¿Cómo me afectará? ¿cómo me beneficiará?”, y vean que su código personal de conducta no recalque tanto el “¿qué pensarán los demás?”, sino, más bien “¿qué pensaré yo de mí misma?”. Déjense influenciar por la voz apacible y delicada del Espíritu; tengan presente que un hombre con la debida autoridad puso las manos sobre la cabeza de ustedes en el momento de su confirmación y dijo: “Recibe el Espíritu Santo”. Abran el corazón, abran el alma misma, a los susurros de esa voz que testifica de la verdad. Como prometió el profeta Isaías: “…tus oídos oirán… palabra que diga: Éste es el camino, andad por él”3.
La actitud de nuestros días es la permisividad. Las revistas y los programas de televisión muestran a los ídolos del cine, los héroes del mundo deportivo —aquellos a quienes los jóvenes quieren imitar— haciendo caso omiso a las leyes de Dios y exhibiendo prácticas pecaminosas, aparentemente sin consecuencias negativas. ¡No lo crean! Llegará la hora de rendir cuentas, el momento de nivelar la balanza. Toda Cenicienta tiene su medianoche, si no en esta vida, en la próxima. El día del juicio final llegará para todos. ¿Están preparadas? ¿Están satisfechas con lo que han hecho?
Si alguna de ustedes ha tropezado en el camino, les aseguro que hay una manera de regresar. El proceso se llama arrepentimiento. Nuestro Salvador murió para darnos a ustedes y a mí ese bendito don. Aunque el sendero es difícil, la promesa es real. Dijo el Señor: “…aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos”4, “y no me acordaré más de [ellos]”5.
Mis queridas jóvenes hermanas, tienen el preciado don del albedrío; les ruego que escojan obedecer.
Por último, perseveren. ¿Qué significa perseverar? Me encanta esta definición: soportar con valor. Tal vez necesiten valor para creer; a veces será necesario al obedecer. Con seguridad les será requerido para perseverar hasta el día en que abandonen esta existencia mortal.
A lo largo de los años he hablado con muchas personas que me han dicho: “Tengo tantos problemas, verdaderas preocupaciones; estoy abrumado con los desafíos de la vida; ¿qué puedo hacer?”. Les he dado a ellos, y les doy a ustedes ahora, esta sugerencia: busquen la guía divina un día a la vez. Vivir la vida por metros es difícil; pero vivirla centímetro a centímetro es pan comido. Cada uno de nosotros puede ser leal por un día —y luego otro, y otro más después de eso— hasta que hemos vivido una vida guiados por el Espíritu, una vida cerca del Señor, una vida de buenas obras y rectitud. El Salvador prometió: “Mirad hacia mí, y perseverad hasta el fin, y viviréis; porque al que persevere hasta el fin, le daré vida eterna”6.
Con este propósito han venido al mundo, mis jóvenes amigas. No hay nada más importante que la meta que tratan de lograr: la vida eterna en el reino de su Padre.
Ustedes son preciadas, hijas preciadas de nuestro Padre Celestial, enviadas a la tierra en esta época por un propósito. Han sido preservadas para este preciso momento. Cosas maravillosas y gloriosas están a su alcance si sólo creen, obedecen y perseveran. Que reciban esa bendición; lo ruego en el nombre de Jesucristo, nuestro Salvador. Amén.

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